¿Te has fijado que algunas veces reaccionas como si fueras un niño ante determinadas situaciones? En vez de comportarte como el adulto que eres, reaccionas con una auténtica pataleta y ni siquiera sabes por qué…
Este niño, es la parte más vulnerable de nosotros que todavía vive en nuestro interior. Es ese niño que, debido a la falta de amor o comprensión no ha crecido, se siente herido o amenazado, y continua respondiendo como si estuviera en peligro.
Las situaciones, traumas o conflictos que vivimos en la infancia no siempre quedan enterradas en el pasado. De hecho, muchas veces se quedan enquistadas en lo más profundo del inconsciente y desde ahí ejercen su influjo sobre nuestra vida cotidiana, aunque la mayoría de las veces ni siquiera somos conscientes de ello. La buena noticia es que podemos cambiar esto, no tenemos por qué llevar esa carga como si fuera un lastre, interfiriendo en nuestra vida y restándonos libertad.
En la infancia se encuentra la clave para sanar a ese niño que todos seguimos siendo. Según nuestras vivencias de la infancia se determina la personalidad y comportamientos en el futuro. Y dependiendo de las relaciones que el niño establece con los padres o figuras importantes, dependerá que se convierta en un adulto libre y seguro de sí mismo. Por otro lado, si el niño ha sufrido cualquier tipo de carencias, ante determinadas situaciones, ese niño asustado, humillado o abandonado, aparecerá en la vida adulta tomando el control ante los conflictos porque no aprendió los recursos psicológicos necesarios para hacerles frente.
¿Y cómo podemos sanar al niño interior?
En mi opinión se debería empezar con un proceso de auto observación para ir tomando conciencia de cuando aparecen estas conductas, qué tipo de situaciones las provocan, cual es la emoción real que sientes en esos momentos: abandono, rechazo, humillación, injusticia, traición… Si somos honestos y humildes en nuestra observación, pronto vamos a descubrir que hay un patrón de repetición. Si a esta toma de conciencia, le añadimos un trabajo de crecimiento personal o de terapia con un profesional, conseguiremos que ese proceso de entendimiento sea más rápido. En general, nos va a servir mucho la actitud de responsabilidad y dejar de echar la culpa a los demás acerca de nuestros problemas, y cualquier técnica que nos ayude a abrazar y aceptar sin juicios a ese niño que está sufriendo.
Con recursos como la Kinesiología tenemos la ventaja de poder localizar con precisión esas edades clave en las que el niño sufrió algún tipo de trauma o vivencia dolorosa, incluso las que tenemos totalmente olvidadas. Podemos viajar al pasado porque según la visión de la Metafísica Cuántica: pasado, presente y futuro están sucediendo aquí y ahora; y cambiar la percepción que tenemos de las cosas, separando toda la carga emocional del propio recuerdo. Existen técnicas específicas que nos ayudan a hacerlo de forma segura y eficiente, y sin tener que re-sufrir aquel dolor. Mediante visualizaciones, meditaciones, liberación de estrés, etc. se puede sanar al niño herido para recuperar de nuevo la inocencia, la alegría y traer de vuelta a aquel niño auténtico que fuimos permitiéndole formar parte de nuestra vida.
Olga Lava Mares